martes, julio 1, 2025
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La Ruta de las Iglesias: una carrera que también se corre con el alma

Tras 18 ediciones, la Ruta de las Iglesias se ha consolidado como uno de los eventos atléticos más emblemáticos de Ecuador. Lo que comenzó en 2007 como una carrera nocturna de 10 kilómetros, hoy es una plataforma que une generaciones y rompe barreras de acceso en el deporte.

Más que una competencia, una experiencia de inclusión

Este año, entre los 15 mil participantes, destacaron atletas que desafían limitaciones físicas y sociales. Para ellos, cada kilómetro representa una victoria personal. La inclusión en este evento no es solo simbólica: es parte integral de su organización y espíritu. Uno de los atletas que competirá es Bryan Muguicha quien dice que siente “que las personas, por desconocimiento, tienden a juzgarte o a hacernos de menos. Creen que no podemos hacer lo que hace cualquier otra persona. Somos el ejemplo de que los límites están en la cabeza”.

El compromiso institucional

Desde el Municipio de Quito y las entidades organizadoras se han reforzado medidas logísticas para asegurar la participación en igualdad de condiciones. Esto incluye corrales de salida estratégicos, accesos priorizados y espacios para acompañantes. Sandra Vela, directora metropolitana de Deporte y Recreación, destacó el ejemplo de las personas con capacidades diferentes ya que “realizan esta actividad con alegría pese a las dificultades, y eso nos deja lecciones a todos”.

Aliados por la inclusión

La Ruta ha establecido alianzas con organizaciones como Olimpiadas Especiales Ecuador, integrando a sus miembros en la carrera y destinando parte de las inscripciones a su financiamiento.

Un mensaje desde las calles patrimoniales

Cada punto de la ruta —desde la Basílica del Voto Nacional hasta San Blas— se convierte en un símbolo. Allí, el esfuerzo de personas como Bryan refleja que la diversidad funcional no es un límite, sino una dimensión más de la experiencia humana.

Correr con el alma

La edición 2025 de la Ruta de las Iglesias deja un mensaje claro: todas las personas tienen derecho a cruzar la meta, sin importar sus condiciones físicas. Para algunos es un reto competitivo, para otros una victoria emocional. Lo cierto es que en esta carrera, la inclusión ya no es solo un lema, es una realidad que avanza paso a paso por las calles de Quito.

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Más que una competencia, una experiencia de inclusión

Este año, entre los 15 mil participantes, destacaron atletas que desafían limitaciones físicas y sociales. Para ellos, cada kilómetro representa una victoria personal. La inclusión en este evento no es solo simbólica: es parte integral de su organización y espíritu. Uno de los atletas que competirá es Bryan Muguicha quien dice que siente "que las personas, por desconocimiento, tienden a juzgarte o a hacernos de menos. Creen que no podemos hacer lo que hace cualquier otra persona. Somos el ejemplo de que los límites están en la cabeza”.

El compromiso institucional

Desde el Municipio de Quito y las entidades organizadoras se han reforzado medidas logísticas para asegurar la participación en igualdad de condiciones. Esto incluye corrales de salida estratégicos, accesos priorizados y espacios para acompañantes. Sandra Vela, directora metropolitana de Deporte y Recreación, destacó el ejemplo de las personas con capacidades diferentes ya que "realizan esta actividad con alegría pese a las dificultades, y eso nos deja lecciones a todos”.

Aliados por la inclusión

La Ruta ha establecido alianzas con organizaciones como Olimpiadas Especiales Ecuador, integrando a sus miembros en la carrera y destinando parte de las inscripciones a su financiamiento.

Un mensaje desde las calles patrimoniales

Cada punto de la ruta —desde la Basílica del Voto Nacional hasta San Blas— se convierte en un símbolo. Allí, el esfuerzo de personas como Bryan refleja que la diversidad funcional no es un límite, sino una dimensión más de la experiencia humana.

Correr con el alma

La edición 2025 de la Ruta de las Iglesias deja un mensaje claro: todas las personas tienen derecho a cruzar la meta, sin importar sus condiciones físicas. Para algunos es un reto competitivo, para otros una victoria emocional. Lo cierto es que en esta carrera, la inclusión ya no es solo un lema, es una realidad que avanza paso a paso por las calles de Quito.