Durante su participación en la Feria Internacional del Libro Quito 2025, el productor audiovisual y gestor cultural Felipe Haro Poniatowski compartió detalles sobre su trabajo en la Fundación Elena Poniatowska, su relación con Ecuador y la importancia de preservar la memoria literaria de América Latina.
Un vínculo familiar con Ecuador
Felipe Haro visitó Quito por primera vez como escritor, aunque ya conocía Ecuador desde años atrás, cuando acompañó a su madre, la reconocida escritora Elena Poniatowska, tras recibir el Premio Alfaguara. En ese entonces recorrieron Sudamérica, y las Islas Galápagos fueron su primer contacto con el país, influido por el interés familiar en la ciencia y la figura de Darwin.
Fundación Elena Poniatowska: conservar la memoria cultural
La Fundación Elena Poniatowska trabaja en la conservación de archivos históricos, bibliotecas comunitarias y el fomento de la lectura. Haro explica que perder la memoria equivale a perder parte de la identidad. Por eso, una de sus misiones es evitar que los archivos literarios de autores latinoamericanos terminen en otros países.
“Muchos documentos fundamentales han sido llevados a Estados Unidos por motivos de conservación. Pero eso implica que, por ejemplo, el manuscrito original de Cien años de soledad no esté en Colombia, sino en una bóveda extranjera”, afirma.
Un concurso literario que conecta Iberoamérica
Desde hace cinco años, la fundación organiza un concurso iberoamericano de cuento y novela. Lo que comenzó con 200 postulantes en México ha crecido hasta superar los 5.000 participantes de países como Ecuador, Perú, España, Australia y Corea. El objetivo: ser un espacio de descubrimiento para nuevas voces, sin aspirar a convertirse en editorial.
“Algunos de nuestros ganadores ya publican en editoriales como Planeta. No queremos competir con las editoriales, sino alimentar el ecosistema literario”, comenta Haro.
El entorno editorial y los nuevos autores
Haro destaca que existen concursos literarios cerrados, dirigidos a autores consagrados. En contraste, la fundación apuesta por abrir oportunidades a escritores emergentes que aún no tienen acceso a los grandes premios. Esta estrategia ha permitido detectar talentos jóvenes y acompañar sus trayectorias desde sus primeras publicaciones.
Una infancia entre figuras literarias
Felipe Haro creció rodeado de escritores fundamentales del siglo XX: Octavio Paz, Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Roque Dalton y Mario Benedetti, entre otros. Aunque en su niñez esto era cotidiano, con el tiempo comprendió el valor histórico de ese entorno.
La FIL Quito como punto de encuentro
Sobre su participación en la FIL, Haro espera que más personas conozcan la fundación y se sumen a la causa de preservar el legado cultural de América Latina. Su deseo es claro: que los archivos de escritores emblemáticos permanezcan en sus países de origen, accesibles para las futuras generaciones.
“Sería hermoso que quien quiera conocer a Vargas Llosa pueda ir a Perú; o a Benedetti, a Uruguay. Que no sea necesario ir a Estados Unidos para acceder a su memoria literaria”, concluye.